martes, 12 de octubre de 2010

Reflexión

“La reflexión es la manera cobarde que tiene el hombre de afrontar sus miedos sin verlos directamente a la cara.”

A veces trato de encontrarme a mí mismo. A veces trato de descifrar cual de todos los hombres que encuentro dentro de mí soy realmente yo.
A veces medito sobre dejarme en libertad. Dejarme ser. Arrojarme al vacío haciendo uso de mi mayor habilidad.
A veces medito sobre dejarme caer en manos de la sociedad. Ser arrastrado por las masas y ceder a la tentación de desafiar a la muerte con un escarbadientes como espada y escudo.
A veces me miento a mi mismo y resuelvo que todo lo mal en mí siempre ha estado ahí.
A veces despierto y comprendo que lo maravilloso de mí son aquellas cosas que el día anterior catalogué como maldades.

Mi mente es un sueño retorcido plagado de manchas. Manchas blancas que se disfrazan de pureza en mí día a día.
Dejando solo retazos oscuros de mí, que la gente puede ver y reír, así como se ríe de todo lo que no entiende. Así como escapa de todo lo que es verdad catalogándolo de pecado.

Al verme de una manera objetiva, descubro que soy un hombre promedio. Con una vida normal y un pasado relativamente agradable.
Pero viéndolo desde dentro descubro que soy un traidor a mis ideas. Que intentando encajar escondí el verdadero yo y ahora me cuesta reconocerlo entre todas las mascaras que alguna vez usé.

Son pocas las personas que sacan mi verdadero yo a flote. Son pocas las personas que obligan a cuestionarme sobre mi seguridad.
Son pocas las personas que queman en mi pecho liberando mis demonios y mi alma en el proceso.
Son pocas las personas que me conocen aunque sea un poco.

Reconozco que la vida de ser vivida es maravillosa. Pero reconozco por experiencia propia que vivir la muerte en vida es el acto más revelador del mundo.
Cuando te miras al espejo y sabes que no eres quien estás mirando eso significa que vas por buen camino.
Día tras día desecho una nueva idea que tenía de mí, remplazándola por los actos de maldad que ejercito sobre mi mismo.
El desprecio y el odio son los comodines en mi mazo y gracias a ellos suelo ganarme todas las partidas.

Contradictoriamente el amor hacia mi mismo va en aumento cada vez que me resuelvo culpable ante la sociedad. Pues la sociedad prohíbe lo que no entiende y el verdadero ser individual no puede ser entendido.

En esta lucha infinita por el poder combaten mi malicia con mi bondad. Mis pecados con mi pureza. Dejando tras de sí una gran mancha de sangre que he denominado existencia.
No me veo como una persona buena, y tampoco como una mala. Directamente no me veo como persona.