lunes, 8 de marzo de 2010

Impulsos

La libertad de los impulsos. El pecado soberano de permitirnos ser quien somos, en el momento en que debemos serlo. La llama ardiente de nuestros deseos, quemándonos en el pecho, dejándonos sin aliento, determinando a momentos lo que pasa en nuestro interior.

La soledad de los cobardes. Es el frío helador que congela nuestros huesos. Es la indeterminante en nuestros sueños. Es el freno de mano de nuestras vidas que nos arrebata de a poco el alma.

Hoy en día no nos permitimos nada. Pensamos mucho en el futuro y argumentamos con nuestro pasado. Suavemente dejamos que el tiempo se nos lleve la vida. Y vamos dejando, casi sin pensarlo, un rastro de mediocridad que tapa nuestras huellas.

Si la vida fuera más libre. Si nuestras mentes estuvieran más despejadas. Si todos los días no fuéramos bombardeados con restricciones por la moral. Tal vez nuestro trayecto en este mundo, dejaría un rastro más hermoso.

Tal vez si el alma, tuviera más control sobre nosotros que el que tiene nuestro miedo. Nuestro andar sería una sinfonía y no un sin fin de notas abrumadoras y chocantes que destrozan los oídos.

Si nuestra vida fuera un baile, y estuviéramos dispuestos a bailar. Los impulsos serían el ritmo que marcaría nuestros pasos. Nos permitiríamos ser mas libres en el momento que fuera necesario. Y la palabra arrepentimiento no existiría en nuestro diccionario.

Es por eso, que hoy clamo por la liberación de los impulsos. Le pido de rodillas a la sociedad para que les otorgue una libertad condicional. Que les de un periodo de prueba para que demuestren lo que valen. Pues han sido encarcelados injustamente por acusaciones que no tienen fundamento.

Clamo y seguiré clamando. Pondré mi vida como ejemplo. Liberaré las riendas de mi alma y me someteré a las burlas y a la opresión que de seguro caerán sobre mí. Pero demostraré con cada acción, con cada acto. Que el fuego de mi ser quemará con furia día a día. Reduciendo a cenizas aquello intrascendente que nubla nuestra vista de lo esencial. Permitiéndome ser quien soy, quien debo ser. Alcanzar la felicidad de la manera más fácil posible. La única manera que existe. Simplemente sin buscarla, dejando que ella llegue cuando el destino así lo disponga.